lunes, 17 de diciembre de 2012

El Cazador


Entre la blancura bosque se distingue la figura de un hombre, de una estatura promedio. Vestido de forma abrigadora por el terrible frío que invade a la reserva; en su boca sobresale un cigarro y en su espalda posa delicadamente un rifle de cacería. Ya habían pasado largas horas desde que llego a aquel punto, y no había tenido la oportunidad de ver a un solo ejemplar de oso, para convertirlo en un trofeo. Dexter es un coleccionista; a cazado todo tipo de animales a lo largo de su vida, desde joven hasta su madurez, los había cazado con y sin permiso de las autoridades, no le interesaba, solo quería continuar acumulando trofeos. 

Dexter siendo ya un hombre de avanzada edad era más afectado por el frío  que su contra parte joven; que estuvo en aquel mismo bosque muchos inviernos atrás, buscando exactamente lo mismo un hermoso ejemplar de oso.

Aquel invierno de su juventud, había sido uno de los más fríos jamás registrados, pero el joven Dexter no lo sentía, en su sangre pasaba una gran cantidad de adrenalina, por la simple idea de disparar su arma y arrancarle la vida a aquella bestia. Recorrió una gran distancia dentro de la reserva, dirigiéndose a donde se solían encontrar invernando aquellas presas. El paraje resplandecía por su blancura, y esa misma se remarcaba por los árboles sin hojas que sobresalían a lo largo de todo el camino.
Una vista que Dexter no vería, hasta muchos años después. Tras examinar todo el terreno había decidido dirigirse a la cuerva más amplia, con la intuición de que allí debería haber mínimamente uno de los ejemplares que buscaba.
Al entrar solo encontró oscuridad, y sin cuestionárselo demasiado encendió su linterna y pudo deslumbrar un espacio perfectamente ocupado por un oso, lo único que faltaba era en efecto, el oso. Intrigado Dexter decidió salir de la cueva, pero al momento de asomar su mirada al exterior fue recibido con un certero zarpazo del oso que dormía en esa cueva. Dexter callo inconsciente sobre la nieve mientras que el oso inicio a olfatearlo.

El viejo Dexter ya no resistiría un ataque como ese que sufrió en su juventud, por lo cual iba con más cautela de la habitual, decidió recorrer el mismo camino que había hecho hace muchos inviernos atrás.
Y al llegar a las mismas cuevas supo que algo estaba terriblemente mal. El lugar estaba lleno de pisadas pequeñas y esporádicas manchas de sangre sobre la blanca nieve.
Al darse cuenta de lo que pasaba en su mente solo apareció la idea desesperada de correr de aquel lugar. El anciano inicio a andar a paso acelerado por la dura nieve, que constantemente frenaba su avance. La desesperación lo invadió, en el instante que escucho, el único sonido que no deseaba oír, un potente aullido.

El joven Dexter despertó a las varias horas de haber recibido el zarpazo de un oso. Se encontraba tirado en el interior de la cueva, a la que horas antes había entrado a inspeccionar. Podía ver la salida de aquella pesadilla a unos cuantos metros delante de él; pero interponiéndose en el camino se encontraba el oso aparentemente dormido. El joven cazador se levanto evitando hacer el menor ruido posible, pero cuando estaba a punto de tomar una posición erguida su cuerpo fue invadido por un dolor proveniente de su pierna derecha, la cual había sido atravesada por las garras del oso, posiblemente cuando el joven se encontraba inconsciente.
El dolor causo que el cazador callera de golpe, causando un gran estruendo, que llego a oídos del oso. El cual velozmente se levanto y miro a su presa. Aterrorizado el joven se arrastro tratando de alejarse lo más posible de su atacante; pero fue en vano porque nada le costó al oso abalanzarse sobre de él. En reflejo el joven rodó por el rígido suelo de la cueva, y evito recibir el ataque de la bestia.
El oso golpeo al suelo y quedo un tanto confundido, probablemente porque acababa de despertar y el ataque lo realizo por instinto.
El cazador aprovecho los instantes en los cuales el oso se quedo quieto, para tratar de  llegar a la salida de la cueva, donde se encontraba su rifle tirado. Pero al momento de tratar de levantarse cayo rendido al suelo y de forma desesperada inicio a arrastrarse.
El oso a pesar de su letargo logró ponerse activo nuevamente y se dirigió en contra del joven, que de un golpe fue lanzado al exterior de la cueva. Dexter cayó adolorido por su pierna y el oso se acercó, de forma imponente, para terminar con su presa. Pero en un acto de rapidez el joven tomó su rifle y cuando el oso se abalanzó sobre de él. Disparó.
El oso cayó con su peso muerto sobre de Dexter dejándolo atrapado en la nieve.

El viejo cazador huye de forma desesperada mientras que sus nuevos adversarios se acercan, recorriendo la nieve como si se tratara de césped. Son alrededor de 4 a 5 lobos que se aproximan a paso acelerado contra del anciano.
Desesperado inicia a disparar el arma contra de sus agresores sin parar de andar, y por lo mismo todos los disparos terminan fallando. La jauría se separa y mientras que unos lo continúan siguiendo por detrás, otros se le adelantan; y le cierran el camino. El anciano se ve acorralado entre lobos y una gran caída de un acantilado. Sus opciones son mínimas. Los lobos lentamente se acercan a su presa, buscando asustarle lo más posible.   Y en un acto de desesperación el anciano se lanza al vacío.

El joven Dexter despertó varias horas después, de haber sido rescatado por los guardias forestales, que tras haber oír el disparo fueron en búsqueda del cazador. Le encontraron casi muerto bajo de un oso, y entre varios levantaron el enorme peso de la bestia y liberaron al cazador. Dexter fue multado con miles de dólares por haber matado a un espécimen en peligro de extinción y le quitaron su licencia de cazador. Pero el joven no dudaría en volver a cazar, no dudaría en volver a luchar por un premio tan glorioso, como el que le fue arrebatado injustamente,  después de todo lo que le costo.

Pero en estos instantes Dexter desearía que le rescataran de nuevo.
Desearía haber hecho caso a los guardias y no volver a ese lugar jamás.
Su cuerpo se encuentra posado en la nieve al fondo del acantilado, sus piernas completamente destrozadas y con un brazo zafado de su sitio; su mirada llena de lágrimas mirando al cielo; mientras que piensa que en cualquier momento llegaran los guardias a salvarlo, y que pronto se encontrará sano y salvo en su hogar.
Lamentablemente se trata simplemente de un delirio, desesperado por aferrarse a la vida.

Lentamente se acerca un hombre vestido completamente de negro.
El anciano le mira de reojo y en sus labios rotos se esboza
 una sutil sonrisa.

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