lunes, 25 de noviembre de 2013

Consideren esto como poesía o como una introducción a la filosofía que reside de forma intrínseca en mis obras. O simplemente delirios, que sea lo que más les plazca.

El preludio de las sombras que habitan en el futuro de todos nosotros, distorsionan el presente de nuestras decisiones mediante el miedo de repetir el pasado.  Nunca hemos de saber si el camino de nuestras acciones han de reconfortar de igual manera al espíritu imprescindible del hombreque los senderos abandonados de las decisiones no tomadas; cuales callejones cerrados, que sólo han de ser vueltos a visitar en nuestra muerte. Hemos de vivir siempre con la incertidumbre del resultado de los procesos en caso de que aquellas variables perdidas siguieran con nosotros. 

No buscamos asustar, ni perturbar las conciencias de quienes lean estas palabras, sino transmitir una idea que en cualquier otro caso quedará perdida en las infinitas conexiones de ideas que no volverán a ser atadas nunca más. Ese es el destino del hombre y las ideas, quedar sepultados por el peso de cientos de miles de otros iguales a uno, que sueñan, como uno, perpetuarse en el espacio de la existencia y nunca conocer su destino final.

Pocos momentos van a alcanzar la percepción de plenitud como seres eternos, por lo menos un instante, a cada uno de nosotros. Pero han de saber que el alma del hombre es el concepto proto existencial que residirá más allá de los credos, es la esencia de los seres y quedará impregnada en toda acción que realicen y objeto que se construya; por más efímero que este sea. Ahí reside la respuesta a las súplicas de los seres, en la eternidad del alma que yace en lo efímero; y que de forma colectiva e imperceptible llegará hasta el último aliento del último hombre.




D.E.P. Jesús Zamarripa Díaz

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